jueves, 17 de marzo de 2011

Islas del Estaño o Casitérides: ¿británicas o gallegas?

                                                                                   Isles of Scilly – Aerial photo
Ya en la antigüedad, los geógrafos griegos se referían a las Casitérides como un conjunto de islas muy ricas en estaño situadas en el atlántico oriental. Islas del Estaño, Casitérides, Oestrimnides, Hespérides… muchas han llegado a ser las denominaciones para este archipiélago del que, a día de hoy, ni se conoce su ubicación real, ni si existe emergido.

La hipótesis más aceptada, es que las famosas Islas del Estaño ó Casitérides se corresponden con el archipiélago de Scilly en el Reino Unido. De ser así, podría afirmarse que el navegante cartaginés Himilcón alcanzó las costas de Britania desde Gadir. Sin embargo, no es ésta la única posibilidad que se ha barajado a lo largo de la historia.
La primera mención de las citadas islas proviene de Herodoto. Más tarde Plinio y Diodoro Sículo, entre otros,  las sitúan por encima de la provincia de Lusitania y coinciden en su riqueza en estaño, pero no especifican su situación exacta.
El historiador inglés William Camden (1551 – 1623), en su obra “Britannia”, identifica las Islas Casitérides con las Sorlingas (ó Scilly Islands), probablemente basándose en la descripción geográfica que Estrabón lleva a cabo en su Libro 2, en el que se sitúan “en alta mar y muy próximas al clima británico”.
Sin embargo, según  José Cornide de Folgueira y Saavedra (La Coruña, 1734 – Madrid, 1803),  Estrabón se refiere de nuevo a las Islas Casitérides en el Libro 3 situándolas al norte del pueblo de los Ártabros - grupo diferenciado, junto a Célticos y Nerios, dentro del pueblo de los Galaicos - y despide este libro diciendo “basta lo dicho hasta aquí de la España, y de las islas situadas en sus mares; pasemos ahora a la Galia transalpina.” Elabora así Cornide su disertación crítica “Las Casitérides, o Islas del Estaño, restituidas a los mares de Galicia”, en la que defiende que las citadas islas pertenecieron a España y estaban situadas o bien enfrente de las costas gallegas (y se hallarían cubiertas por el mar en la actualidad) ó bien serían las mismas rías  y las islas próximas.
Al margen de esta polémica, merece la pena rescatar la descripción que, según Cornide, hace el geógrafo griego Estrabón de las misteriosas islas, en las que quedan definidas, tal vez no como británicas o gallegas, aunque si como antiguas colonias comerciales fenicias : “… las Casitérides son diez, vecinas entre sí, y situadas en alta mar al norte del puerto de los Ártabros, una de ellas se halla desierta y las otras habitadas por unos hombres vestidos con ropas negras que les llegan a los pies y que llevan ceñidas por el pecho; que conservan las barbas a maneras de chivos y llevan báculos en las manos cuando caminan, que se mantienen de sus ganados, y viviendo errantes y sin residencia fija; tienen plomo y estaño, que igualmente que sus pieles cambian con los comerciantes por sal y vasijas de cobre, que en los tiempos antiguos solo los Fenices frecuentaban estas islas por causa del comercio, y ocultaban a los más su navegación; pero que procurando los Romanos conocer estos emporios, siguieron cierto piloto que navegaba a ellos, el que habiéndolo observado, dejándose llevar de la envidia hizo encallar en un bajo su nave, para que sucediese lo mismo a los que le seguían, y más, que salvando su persona se le satisfizo por el erario público el valor de las mercaderías perdidas…”.
FUENTES:
JOSÉ CORNIDE DE FOLGUEIRA. “Las Casitérides o Islas del Estaño, restituidas a los mares de Galicia”. Madrid. Imprenta de Don Benito Cano. 1790.
Artículo publicado en el número 5 de la Revista De Omaña.

domingo, 13 de marzo de 2011

De Gadir a Britania: La misteriosa expedición marítima del navegante fenicio Himilcón.

Aguas plagadas de monstruos marinos, algas que hacen imposible el navegar, horrorosa travesía… Esta es la descripción que ha llegado hasta nosotros del periplo del navegante y explorador cartaginés Himilcón (450 a.C.) y que mantuvo aterrorizado, respecto a este Mare Tenebrosum – Atlántico de las costas occidentales europeas -,  a gran parte del Occidente hasta el siglo XV.
La referencia más antigua de este viaje aparece en la “Historia Natural” del autor romano Plinio el Viejo (siglo VI a.C.). De esta obra se deduce que el viaje de Himilcón fue una exploración oficial. Parece avalar esta idea el hecho de que, paralelamente al viaje de Himilcón, el también cartaginés Hannon, llevara a cabo una exploración marítima por las costas atlánticas africanas partiendo desde Gadir (Cádiz).
En el año 350 a.C., el poeta Rufo Festo Avieno cita tres veces el viaje de Himilcón en su obra “Ora marítima: descriptio orbis terrae phaenomena”. El viaje se describe como muy negativo, desaconsejando totalmente la navegación atlántica. También se sugiere que Himilcón dejó por escrito una descripción de su periplo, que depositaría en los archivos de su patria.
Podemos suponer que Himilcón partió de Heraclea (Gibraltar) aproximadamente en el año 480 a.C. y que su exploración duró cuatro meses en busca de las “Islas del Estaño” (las fabulosas Casitérides o Estrimnidas), muy ricas en este metal, necesario para elaborar bronce y otros metales preciosos . Aunque no está probado, se cree que Himilcón alcanzó el territorio de los Oestrumnides ( tribu que habitaba en Bretaña ) y llegó incluso hasta el Mar de los Sargazos, donde se encontraría con un mar surcado por numerosas ballenas. Podríamos hablar así del descubrimiento de una “Ruta secreta del Estaño”, que partiría de Gadir (Cádiz) y seguiría paralela a la costas atlánticas de España, Portugal y Francia hasta llegar a Bretania (véase mapa).
Avieno pone en tela de juicio este descrubimiento y sugiere que esta ruta sería la misma que seguían en sus empresas comerciales los Tartessos del Sur, acostumbrados a navegar hasta los límites de las Estrimnidas.
También hay quien supone que la negativa descripción del viaje que hace el mismo Himilcón pudo tener como objeto hacer desistir a los navegantes griegos, con los que los cartagineses competían en sus rutas comerciales, de acometer dicha ruta para asegurarse el monopolio del comercio de los metales que de ella se obtuviesen.
“… ningún viento empuja la nave a una gran distancia;
asimismo el agua del mar perezoso no se mueve en sus
dominios. Se añadirá a esto el hecho de que sobresale, en
medio de las aguas marinas, gran cantidad de algas, y de
que, la mayoría de las veces, retiene la popa al formar
grandes malezas. Dice él, nada menos, que aquí las
espaldas del mar no se hunden en la profundidad y que el
fondo apenas queda cubierto por un palmo de agua, que
las fieras marinas circulan de un lado a otro, que
unos monstruos nadan por entre las naves mientras avanzan
lentas y sin fuerza”
(Ora Maritima, 90 ss; TRAD. P. Villalba y Varneda)

Fuera como fuere, lo cierto es que Himilcón es el primer explorador mediterráneo que alcanzó las costas noroccidentales de Europa del que tenemos testimonio escrito. También parece cierto que el viaje no debió estar exento de complicaciones y peligros, completando así una gesta más de la fabulosa navegación fenicia-cartaginesa, admirada hasta los tiempos actuales,  y convertida ya en leyenda.

Mapa descriptivo del viaje de Himilcón.(Autor: Julien Quiret pour l´Arbre Celtique – Qarthadast.blogspot.com)
Fuentes:
CARLOS G. WAGNER. Profesor Titular. Departamento Historia Antigua (Universidad Complutense de Madrid). QARTHADAST (http://qarthadast.blogspot.com/2008/05/el-periplo-de-himilcn.html)
Artículo publicado en el número 5 de la revista De Omaña.

sábado, 5 de marzo de 2011

La ruta comercial atlántica de los fenicios y su posible presencia en las comarcas leonesas de Maragatería y Omaña

En casi todo el Occidente peninsular abundan los metales, especialmente el cobre, el oro y el estaño. Otro producto muy valorado por los fenicios pudieron ser las pieles de ganado. Parece, por tanto, muy probable que éstos pudieran haber extendido sus redes comerciales hasta el norte de Portugal y el linde occidental de la meseta con Galicia.

A cambio de metales, principalmente estaño y oro, pudieron haber entregado a los nativos de estas zonas sal, y manufacturas de bronce, de hierro y de cerámica.

Podemos pensar, por tanto, que habrían existido tres rutas comerciales fenicias, cuyo epicentro sería Gadir (Cádiz):  la mediterránea, la tartésica ( hacia el interior de Andalucía ) y la ruta atlántica. Y encontraríamos, así, una posible explicación a la presencia de tumbas fenicias, encontradas por J. Carro en Santa Colomba de Somoza, villa perteneciente a La Maragatería      (comarca leonesa situada junto a los lindes de Portugal y Galicia).

Sin embargo, la distribución geográfica de los yacimientos fenicios, sitúan a éstos en las desembocaduras de los grandes ríos del límite atlántico peninsular. Por tanto, surgen las dudas: ¿cómo transportaban los productos extraídos en el interior?. ¿Poseían los fenicios además de las marítimas, rutas terrestres? ¿Podría ser la Ruta de La Plata una de ellas?

Según Manuela Barthélemy ¹, parece ser que en el pasado los fenicios pudieron haber creado redes fluviales para transporte de mercancías. Y que estas conexiones fluviales entre la costa atlántica y el interior peninsular pudieron haber tenido un papel muy destacado. Así, se explicaría que haya abundancia de yacimientos fenicios en las desembocaduras de los grandes ríos, pero muy pocos en el interior peninsular.

Asumiendo esta hipótesis de transporte mixto - fluvial y terrestre - en la red de intercambios entre la costa y el interior, podríamos pensar que los fenicios se asentaron en la comarca de Maragatería para explotar sus metales, principalmente estaño y oro, y pudieron transportar estos, de manera terrestre, por la ruta de la Plata hasta Benavente, cargando allí sus barcos con las mercancías y prosiguiendo con el transporte, pero ya de modo fluvial a lo largo del Río Duero, hasta su desembocadura en Oporto. Cabe suponer que allí esperasen otras naves con más capacidad, o que estas mismas pudiesen dirigirse directamente a Cádiz.

Intuimos así, que no parece descabellada la presencia fenicia en la Comarca de La Maragatería, como tampoco podría serlo en otras comarcas vecinas ricas en metales, como en Omaña, en cuyos montes los romanos explotaron afanosamente el oro que, tal vez, no les dio tiempo a terminar de extraer a los fenicios.

Comarcas recónditas del interior ricas en metales y rodeadas por montañas, fabulosos comerciantes que llevaban el mar en la sangre, intercambio de mercancías con pueblos indígenas, carga y descarga por tierra, río y  mar, y siempre la esperanza de llegar hasta las columnas de Melkart (Hércules), hasta volver a ver a la adorada Cádiz… ¿Tal vez fue así?

Fuentes:

VICTOR J. JIMÉNEZ JAÍMEZ (2001). Universidad de Málaga (Arqueólogo proyecto general investigación Río Grande de Málaga). Artículo “El periodo orientalizante en el occidente peninsular II”
BARTHÉLEMY, MANUELA. (2000). Artículo “El comercio fluvial fenicio en la Península Ibérica”

Artículo publicado en el número 5 de la revista De Omaña.
Esquema de la ruta mixta (terrestre y fluvial) que pudieron haber seguido los fenicios para transportar las mercancías que extraían desde la comarca leonesa de Maragatería y sus alrededores.